«Sin el alma o con un alma mal colocada el violín no puede sonar bien», nos decía Oliveras cuando comenzábamos a preparar la exposición-homenaje a su labor de constructor de violines desarrollada a lo largo de su vida. Nuestra alusión a un elemento tan esencial (esa diminuta pieza cilíndrica de madera que es la última que se pone), dio lugar a un espacio con forma de caja de resonancia de violín ubicado en el centro de la sala: L’anima del violí (El Alma del violín), cuyo interior acoge el violín Schubert del lutier, que los visitantes pueden ver y escuchar, ya que al éstos acceder se activa un vídeo en el cual el reconocido músico Josep Lluis Puig interpreta una pieza con el mismo instrumento.
Otro espacio emblemático de la muestra es un fragmento del taller original con las herramientas que utilizó Oliveras, ámbito que la gente puede ver a través de unas pequeñas ventanas pero al cual no pueden acceder: un pequeño homenaje a ese lugar íntimo en el que para hacer un violín Oliveras invertía 1.000 horas.